lunes, 7 de diciembre de 2015

Poesía en movimiento




Elías Nandino



Elías Nandino Vallarta (Cocula, Jalisco 19 de abril de 1900 - Guadalajara, Jalisco, 3 de octubre de 1993) fue un destacado poeta mexicano

Comienzos
Se dedicó al estudio de la medicina, llegando a ejercer siendo cirujano de profesión. De hecho, fue jefe de este servicio en el Hospital Juárez entre otras clínicas privadas y públicas.
 



Sin embargo, ya en la juventud se interesó por la poesía, y más al conocer al grupo de los Contemporáneos, una serie de poetas mexicanos que querían recuperar el carácter universal de la rima. Es cuando comienza a escribir, ofreciendo al público una serie de publicaciones que se enmarcan dentro de una primera etapa en la que la influencia de este grupo, especialmente de Xavier Villaurrutia y José Gorostiza, es más que clara.

Los temas de esta primera etapa son ciertamente oscuros, ya que todos van a caballo entre la muerte, el sueño y la noche. Su pluma está cargada de retórica, metáforas y un sinnúmero de juegos de palabras que en cierto modo la vuelve un poco empalagosa. A finales de los años 1930 publica una colección de cuadernos, llamada México Nuevo, en la que da cobertura y apoyo a poetas que, prácticamente como él, están empezando.

Época de madurez

En los años 1950 la influencia anteriormente citada queda atrás para adoptar un estilo mucho más personal. Aunque sigue tratando temas como la muerte o la noche, la madurez es clara y su obra pasa a ser mucho más sencilla y profunda, empezando a dar muestras de lo que sería su última etapa.
 



Desde la mitad de la década de 1950 dirige la revista Estaciones, una de las más prestigiosas de América del Sur dedicadas a la literatura. Esta publicación tiene una editorial homónima, que también dirige, y que sirve para mostrar al mundo poetas mexicanos que se iban haciendo grandes a marchas forzadas.

A comienzos de los años 1960 se hace director de los Cuadernos de Bellas Artes. A pesar de que es la etapa en la que más actividades paralelas a la escritura realiza, no deja ésta de lado: "Nocturna palabra" o "Eternidad del polvo" dan muestra de ello.

Última etapa

Ésta está marcada por un cambio radical en los temas de su obra, ya que son una mezcla entre erotismo y metafísica, siempre con un tono más que irreverente. Incluso sus contemporáneos le tacharon de irrespetuoso, aunque siempre dejando claro lo depurado y magnífico de todas y cada una de sus composiciones.

En los últimos años de su vida recibió numerosos reconocimientos, tanto por su trayectoria como poeta como por su labor fomentando las letras en México. Así, en 1982 recibe el Premio Nacional de Literatura,1 y un poco más tarde el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Elías Nandino muere el 2 de octubre de 1993 en Guadalajara (Jalisco).

El poeta José Tlatelpas, amigo del maestro Nandino escribió que: "Nandino, pues, tiene el don del viento. De estar donde no se piensa, pensar donde no se siente. Su poesía es traviesa, fina, humana. Es un grito casi acantilado sobre el terror de la muerte de los cuerpos y la muerte del orgasmo." En su honor se ha instaurado el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino, organizado y convocado por la Secretaría de Cultura de Jalisco, el Ayuntamiento de Cocula y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.2

Publicaciones

• Espiral, 1928
• 'décimas a mi muerte, 1930
• Color de Ausencia, 1932
• Eco, 1934
• Río de sombra, 1935
• Sonetos, 1937
• Poemas árboles, 1938
• Nuevos sonetos, 1939
• Nudo de sombras, 1947
• Espejo de mi muerte, 1945
• Poesía I, 1947
• Poesía II, 1949 (incluye los inéditos Prismas de sangre, 1945; Líneas de poesía, 1946; Conversación con el mar, 1947; Flor nocturna, 1948 y Cantos, 1948).
• Naufragio de la duda, 1950
• Triángulo de silencios, 1953
• Nocturna suma, 1955
• Nocturno amor, 1958
• Nocturno día, 1959
• Nocturna palabra, 1960
• Eternidad del polvo, 1970
• Cerca de lo lejos, 1979
• Costumbre de morir a diario, 1982
• Erotismo al rojo blanco, 1983
• Todos mis nocturnos, 1988
• Ciclos terrenales, 1989.
• El Coronelito, 1991 (cuentos).
• Banquete íntimo, 1993 (editado de manera póstuma).
• Juntando mis pasos, 2000 (autobiografía) 

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Videos

Elías Nandino su obra comentada por Gerardo Bustamante:







Rubén Bonifaz Nuño





Nació en Córdoba, Veracruz, en 1923. La formación humanística lleva a Rubén Bonifaz Nuño hacia una poesía de síntesis en que se concilian el rigor clásico y las palabras en libertad, el oscuro y muchas veces atroz universo náhuatl y la tradición grecolatina. Ese decidido afán de restaurar lo clásico en medio de la realidad de nuestros días se logra en plenitud en sus libros de madurez, cada uno de ellos un solo gran poema unitario, por más que los fragmentos tengan su valor propio aparte del que poseen en el conjunto. Dueño de excepcional sabiduría técnica, ha afinado la versificación hasta crearse sus propias modalidades estróficas y una sintaxis peculiar que debe tanto a la poesía escrita como al lenguaje coloquial. El idioma dócil y tenso se ciñe con la misma precisición al canto de la cólera o la ternura, la esperanza o la melancolía, el amor o la soledad sin remedio. Cada nuevo libro de Bonifaz Nuño rectifica y mejora al anterior. Lo prosigue también, y así su obra toda logra una continuidad, una coherencia sin monotonía como muy pocas veces se ha presentado en la lírica mexicana.

 
Su producción poética de 1945 a 1971 fue recopilada en De otro modo lo mismo, poesía 1945-1971 (1978), su producción posterior, en Versos, 1978-1994 (1996), ambos publicados por el Fondo de Cultura Economica. Ha traducido del latín y del griego a Ovidio, Catulo, Lucrecio y Homero, entre otros.

Premios:

Premio Nacional de Letras 1974

Diploma de Honor No. 32 del Certamen

Capitalino de Roma. Premio Alfonso Reyes 1984.
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Rubén Bonifaz Nuño. Maestros detrás de las ideas. TeveUNAM
Homenaje al Dr. Rubén Bonifaz Nuño

Jaime Sabines

Poeta mexicano. En el horizonte de la penúltima poesía mexicana, la figura de Jaime Sabines se levanta como un exponente de difícil clasificación. Alejado de las tendencias y los grupos intelectuales al uso, ajeno a cualquier capilla literaria, fue un creador solitario y desesperanzado cuyo camino se mantuvo al margen del que recorrían sus contemporáneos. Hay en su poesía un poso de amargura que se plasma en obras de un violento prosaísmo, expresado en un lenguaje cotidiano, vulgar casi, marcado por la concepción trágica del amor y por las angustias de la soledad. Su estilo, de una espontaneidad furiosa y gran brillantez, confiere a su poesía un poder de comunicación que se acerca, muchas veces, a lo conversacional, sin desdeñar el recurso a un humor directo y contundente.



Nacido en la localidad de Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, el 25 de marzo de 1926, tras sus primeros estudios, que realizó en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, se trasladó a Ciudad de México e ingresó en la Escuela Nacional de Medicina (1945), donde permaneció tres años antes de abandonar la carrera. Cursó luego estudios de lengua y literatura castellana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue becario especial del Centro Mexicano de Escritores, aunque no consiguió grado académico alguno.


En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado, Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura. Tal vez por influencia de su padre, el mayor Sabines, un militar a quien dedicó algunas de sus obras, y, pese al evidente pesimismo que toda su producción literaria respira, Jaime Sabines participó de nuevo y repetidas veces en la vida política nacional; en 1976 fue elegido diputado federal por Chiapas, su estado natal, cargo que ostentó hasta 1979. Y en 1988 se presentó y salió elegido de nuevo, pero esta vez por un distrito de la capital federal.



Compaginar esta actividad política, que parece exigir cierta disciplina ideológica y un proyecto colectivo de futuro, había de ser difícil para un hombre como el que nos revela sus escritos, autor de una obra marcada por el pesimismo y por una actitud descreída y paradójicamente confesional, imbuida de una concepción trágica del amor y transida por las angustias de la soledad. Su poesía se apartó del vigente "estado de cosas", se mantuvo al margen de las actividades y tendencias literarias, tal vez porque su dedicación profesional al comercio le permitió prescindir del mundillo y los ambientes literarios.



Su primer volumen de poesías, Horal, publicado en 1950, permitía ya adivinar las constantes de una obra que destaca por una intensa sinceridad, escéptica unas veces, expresionista otras, y cuya transmisión literaria se logra a costa incluso del equilibrio formal. No es difícil suponer así que la poesía de Sabines está destinada a ocupar en el panorama literario mexicano un lugar mucho mayor del que hasta hoy se le ha concedido, especialmente por su rechazo de lo "mágico", que ha informado la creación al uso en las últimas décadas, pero también por su emocionada y clara expresividad. Este rechazo se hace evidente en el volumen Recuento de poemas, publicado en 1962 y que reúne sus obras La señal (1951), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diario, semanario y poemas en prosa (1961) y algunos poemas que no habían sido todavía publicados.


En 1965, la compañía discográfica Voz Viva de México grabó un disco con algunos poemas de Sabines con la propia voz del autor. Sabines reforzó su figura de creador pesimista, su tristeza frente a la obsesiva presencia de la muerte; pero se advierte luego una suerte de reacción, aunque empapada en lúgubre filosofía, cuando canta al amor en Mal tiempo (1972), obra en la que esboza un "camino más activo y espléndido", fundamentado en el ejercicio de la pasividad; un camino que lo lleva a descubrir que "lo extraordinario, lo monstruosamente anormal es esta breve cosa que llamamos vida". Pese a una cierta reacción que lo aleja un poco de su primer y profundo pesimismo, sus versos repletos de símbolos que se encadenan sin solución de continuidad están transidos de una dolorosa angustia.



Con un estilo que no teme la vulgaridad ni rechaza las tradiciones, la sabrosa y cordial poesía de Sabines puede también tomar un mayor vuelo, como se puso de manifiesto en el ambicioso proyecto Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973), un poema casi narrativo en el que el padre del poeta se constituye en protagonista del mundo y de la vida. Vinieron luego Nuevo recuento de poemas (1977), otro volumen antológico que recoge el material anterior, y Poemas sueltos (1983). Todos estos textos, así como una segunda parte de Algo sobre la muerte del mayor Sabines, fueron recogidos en la edición de 1987 de Nuevo recuento.
 Traducida a varias lenguas, su obra fue galardonada con varios premios como el de literatura otorgado por el gobierno del Estado de Chiapas (1959), el Xavier Villaurrutia, instituido en honor del gran escritor mexicano (1972) y el Elías Sourasky de 1982. En 1983 recibió el Premio Nacional de las Letras. Sus últimos años estuvieron marcados por una larga lucha contra el cáncer.

Los versos de Sabines son directos y transparentes, y aunque no desdeña el refinamiento de la poesía culta, su estilo se inclina más hacia lo conversacional. Ello le ganó el favor del gran público, que se hizo patente sobre todo durante las dos últimas décadas de su vida. El autor utiliza un lenguaje cotidiano y sin adornos para crear composiciones que se colocan más cerca de los sentimientos que de la razón. Poeta del diario vivir, contempla con perplejidad y desde la más rigurosa terrenalidad el fenómeno del amor y el absurdo de la muerte. 



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Videos
Historias de vida - Jaime Sabines
Jaime Sabines - Los amorosos





Homero Aridjis
(1940)



La obra de Homero Aridjis (Contepec, Estado de Michoacán) constituye un patrimonio vivo dentro del ámbito de la literatura latinoamericana, con una proyección internacional que va a la par de su trayectoria vital e intelectual. Pocos escritores como Aridjis se distinguen por la cantidad, la calidad y la diversidad de sus actividades: es a la vez poeta, novelista, dramaturgo, periodista, reconocido ambientalista y también ha desempeñado funciones de diplomático.
         En 1966 su nombre aparecía recogido en la antología Poesía en movimiento compilada por Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y el propio Aridjis, pero en la que, como es sabido, la autoridad de Paz se impuso mayormente. El escritor era presentado allí como una de las principales promesas de la poesía mexicana. Pocos años antes, en 1961, Aridjis había publicado un largo poema en prosa titulado La tumba de Filidor, que Paz leyó atentamente y que le llevó a proclamar a Aridjis como el mejor poeta joven de México, lo que suponía una aval de primer nivel en el campo intelectual mexicano, o como diría Ezra Pound, la firma necesaria para que un cheque tenga crédito, lo que resulta esencial cuando se trata de un joven escritor desconocido, y además nacido en provincias, no en la capital. En aquel mismo año 66 en que se publica Poesía en movimiento, Aridjis recibe la prestigiosa beca de la John Simon Guggenheim Foundation para escribir poesía, convirtiéndose en el autor mexicano más joven en obtener esta beca. A partir de aquí se iniciaría una trayectoria como poeta que desde su primer libro (La musa roja, 1958) hasta el más reciente (Del cielo y sus maravillas, de la tierra y sus miserias, 2013) ha acumulado en estos últimos casi cincuenta años más de una veintena de títulos, amén de varias recopilaciones antológicas, publicados originalmente en editoriales mexicanas de probado prestigio como son Joaquín Mortiz, Siglo XXI y Fondo de Cultura Económica, y traducidos a numerosos idiomas.

Octavio Paz, Homero Aridjis y Miguel Grinberg

         En la segunda mitad de la década de los 80, y tras varias incursiones en el relato breve, Aridjis ensaya sus primeras novelas: 1492: vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla (1985), Memorias del Nuevo Mundo (1988), a las que seguirán La leyenda de los Soles (1993) y El señor de los últimos días: visiones del año mil (1994), que consagran al autor como novelista, sin desmedro de su poesía. En tales obras Aridjis muestra un mundo en destrucción –o destruido– por la mano del hombre, lo que le permite reconsiderar la historia pasada y venidera. Las fluctuaciones entre la Tenochtitlán prehispánica y el DF del futuro llevan al autor a interrogar, metaforizar y deformar de manera imaginativa la sociedad actual, poniendo de relieve la falta de concienciación acerca del modelo urbanístico insostenible en la era capitalista. No es casual que estas preocupaciones afloren novelísticamente en Aridjis a la par de sus obsesiones ambientalistas, que comienzan proyectándose en un entorno inmediato: su localidad natal, Contepec, reconocido santuario de la mariposa Monarca que ve amenazada su supervivencia; y la Ciudad de México, cuyos índices de contaminación llegan a extremos alarmantes y hacen irrespirable el ambiente. Movido por tales inquietudes, en 1985 Aridjis crea el Grupo de los Cien, uno de los colectivos ecologistas más relevantes a nivel internacional y el más importante y activo de toda Latinoamérica. A medida que avanza la década del 90, y al calor de los discursos milenaristas que apuntan al año 2000, la obra de Aridjis cobra un tono apocalíptico, si bien no se trata ya de un Apocalipsis derivado de Dios, como el que anuncian los antiguos profetas, sino de un Apocalipsis que proviene de la tarea destructora del hombre: «el Apocalipsis será obra del hombre y no de Dios». La obra de Homero Aridjis en su conjunto supone, pues, una profunda reflexión sobre el destino inmediato de la naturaleza y, a través de ella, sobre el destino del hombre. De esta manera, literatura y ecología se dan la mano en la escritura aridjiana, por lo que no es de extrañar que la llamada ecocrítica haya prestado atención a su obra, que representa no solo un compromiso con la poesía, con la novela, con el arte en general, sino a la vez una lucha en favor de la naturaleza y el ser humano, ambos imbricados en un mismo destino.


Su obra: Ambientalismo


 Aníbal Salazar Anglada
(Universitat Ramon Llull, Barcelona)

En cuanto a su conciencia ambientalista, nacida, como se ha visto, de su visión asombrada de las mariposas y espoleada asimismo por aquel accidente fatal que a punto estuvo de costarle la vida, en los años 70 comenzaría a dar sus primeros frutos en forma de acciones. Por entonces Homero Aridjis vivía en La Haya, donde trabajaba como embajador de México en los Países Bajos, en tiempos del presidente José López Portillo. Desde la capital le hizo llegar a este un fajo de cartas de ciudadanos holandeses que protestaban enérgicamente por su pasividad ante la masacre de tortugas en el estado de Oaxaca. Contestó furioso –recuerda Aridjis–, preguntándome por qué estaba molestándolo con tortugas cuando había asuntos más importantes que atender, como vender el petróleo, el uranio y el gas natural del país (Aridjis y Ferber, 2012: 21).

          Movido por su preocupación por el medio ambiente y la inminente desaparición de ciertas especies animales, y a la vez alarmado ante la creciente contaminación del DF, en 1985 Homero Aridjis impulsa, con ayuda de su esposa Betty Ferber, la creación del Grupo de los Cien (Artistas e Intelectuales por el Medio Ambiente), con sede en Ciudad de México. Estaba compuesto por un centenar de intelectuales (escritores, pintores, científicos, antropólogos, arqueólogos, ambientalistas…), mexicanos de origen o afincados en el país, a los que se sumaron algunos nombres de prestigio de procedencia extranjera. Entre otros miembros fundacionales –muchos de ellos fallecidos ya– se cuentan Octavio Paz, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Elena Poniatowska, Rubén Bonifaz Nuño, Marco Antonio Montes de Oca, Salvador Elizondo, Margo Glantz, José Emilio Pacheco, Miguel León Portilla, Carlos Monsiváis, Leonora Carrington, Francisco Toledo, Rufino Tamayo, Álvaro Mutis y Ramón Xirau. Posteriormente se unen al Grupo numerosas personalidades de relieve internacional como J. M. G. Le Clézio, Gunter Grass, Peter Matthiessen, Kjell Espmark, Allen Ginsberg, Margaret Atwood, Petra Kelly, Paul Ehrlich, Lester Brown, Amory Lovins o Edward Goldsmith. Homero y Betty se han convertido en el alma del Grupo de los Cien –comenta Russell–. La organización no lucrativa funciona desde su hogar sin presupuesto o salarios –el gobierno todavía rechaza sus solicitudes anuales para obtener el estado de desgravación fiscal–. Betty actúa como coordinadora internacional del grupo, formando alianzas con grupos ecologistas en los EE. UU. y otros países (Russell, 68).

        Este gran frente ecologista nace inicialmente como movimiento de protesta ante los niveles insoportables de contaminación de Ciudad de México que venían observándose en la década del 80, y aun antes. En ese tiempo, y aunque parezca cosa de cuento en clave de realismo mágico, caían pájaros muertos del cielo, ahogados de tanta polución. Aridjis ha relatado en alguna ocasión la anécdota precisa que dio origen al Grupo de los Cien y que tiene inicialmente como protagonista a Ramon Xirau, intelectual catalán hijo del filósofo Joaquín Xirau, quien se vio forzado al exilio al final de la guerra civil, huyendo primero a París, luego a Marsella y finalmente a México DF, donde se instalará la familia Xirau-Subías.

        En 1985 el nivel de contaminación en la Ciudad de México fue tan elevado que incluso un día –uno de esos días en que uno cree que se va a caer muerto en la calle– casi se pudo palpar la contaminación y sentirla en la boca. Entonces un amigo filósofo –se llama Ramón Xirau, es catalán– escribió una carta a un periódico diciendo: «En el día de ayer iba en taxi a la universidad para dar mis clases, y debido a la contaminación que había en la ciudad, cambié de rumbo para ir a poner una queja». Leyendo el periódico, le dije a mi esposa: «Qué extraño, ayer yo me encontraba en otra parte de la ciudad, pero también tuve esa impresión de ansiedad y sentía que me iba a morir». Entonces Betty me dijo: «Si todos los que nos quejamos, trabajáramos juntos, podríamos lograr un cambio. ¿Por qué no hablas con Ramón Xirau?». Y él me dijo: «¿Por qué no hablas con Octavio Paz?». Y empezamos a hablar con diferentes escritores y artistas, y todos me respondieron: «Escribe tú el texto y nosotros lo leeremos». De pronto me encontré investigando todo lo referente a la situación ecológica en la Ciudad de México.

        El 28 de febrero terminé el texto y recogimos cien firmas de escritores, entre ellos Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Octavio Paz; pintores como Rufino Tamayo o Leonora Carrington –la última surrealista aquí en México, que estuvo casada con Max Ernst–, arqueólogos como Eduardo Matos Moctezuma, fotógrafos como Manuel Álvarez Bravo. Yo no pensaba formar un grupo ecológico, sino simplemente hacer una declaración común. Pero la respuesta fue tan grande, que al final me vi de líder de un movimiento ecologista sin quererlo. Estos movimientos estaban ya muy avanzados en otras partes –por ejemplo en Estados Unidos y en Europa–, pero en México se encontraban en sus inicios, casi no había conciencia ecológica (Aridjis; en Stauder, 2005b: 54).

      El primero de marzo de ese año se publica en el periódico defeño Novedades la «Declaración de 100 intelectuales y artistas contra la contaminación en la ciudad de México», que puede considerarse como el primer manifiesto del Grupo de los Cien y que incluye la nómina al completo de los firmantes. El número 100, aparte de ser una cifra de peso, tiene una simbología propia en relación a los niveles de contaminación: El Movimiento Ecologista Mexicano ha revelado que tiene pruebas incontrovertibles del grado de contaminación atmosférica que nos asfixia: ciudad de México, 97.5%; Naucalpan, 92%; Tlalnepantla, 93%. Cien es el límite, al alcanzarlo la existencia humana termina (Aridjis; en Aridjis y Ferber, 2012: 27). Uno de los párrafos más contundentes de la «Declaración» es, sin duda, este que sigue, en el que se pone de relieve la pasividad de las autoridades (in)competentes.


Su obra: Bibliografía

Puedes consultar la obra del autor por cada género literario en que ha escrito. Los investigadores Laurence Pagacz, de la Université Catholique de Louvain, y Aníbal Salazar Anglada, de la Universitat Ramon LLull, han reunido la mayor cantidad de obras del autor en el sitio web Cervantes Virtual.

   Esta Biblioteca de autor dedicada a Homero Aridjis tiene como objetivos primordiales la difusión en red de la obra del escritor y activista mexicano y el estímulo de un diálogo continuado entre los textos y sus lectores virtuales. Para ello, pone a disposición de los usuarios una gran cantidad de materiales diversos –introducciones generales, cronología del autor, su obra, textos críticos, álbumes fotográficos, vídeos, grabaciones de audio, etc.– destinados a proporcionar un más amplio conocimiento del autor, de su labor literaria y medioambiental.

 Fragmento del poema novelado Perséfone, en voz del autor

   

Entrevista de Carmen Aristegui a Homero Aridjis



"Lluvia en la noche" recitado por Homero Aridjis