sábado, 5 de diciembre de 2015

Mujeres contadas por mujeres

Elena Garro

Nació en la ciudad de Puebla el 11 de diciembre de 1916. Desde niña empezó a escribir, de ahí provienen los cuentos de La semana de colores (1964), "en cuyo lirismo es notable la influencia de las voces indígenas que la rodearon de niña en su pueblo", señala la chilena Gabriela Mora, investigadora literaria, coautora con Lucía Melgar de Elena Garro: lectura múltiple de una personalidad compleja (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. México, 2002).
En su juventud viajó a la Ciudad de México para estudiar literatura, coreografía y teatro en la UNAM. En esa época conoció a Octavio Paz, con quien se casó en 1937. Tras la masacre de Tlatelolco, en 1968, la prensa manipuló sus declaraciones en las que ella acusó a varios intelectuales mexicanos de instigar a los estudiantes, para luego abandonarlos a su suerte. Estas afirmaciones le ocasionaron el rechazo de la comunidad intelectual mexicana, lo que la llevó al exilio. Durante un tiempo residió en Estados Unidos, después viajó a España y luego vivió en Francia durante veinte años. Elena Garro falleció el 22 de agosto de 1998.
Las novelas, obras teatrales y cuentos de Elena Garro generalmente se enfocan en la marginación de la mujer y la libertad femenina; de hecho, es considerada como un símbolo libertario, así como precursora del realismo mágico por su novela Los recuerdos del porvenir (1963). Entre sus novelas podemos mencionar a: Reencuentro de personajes (1982), La casa junto al río (1983), Un traje rojo para un duelo (1996), Busca mi esquela y primer amor (1998) y La vida empieza a las tres (1997). Las antologías de cuentos de Elena Garro son tres: La semana de colores (1964), Andamos huyendo Lola (1980) y El accidente y otros cuentos inéditos (1997). Su cuento más conocido es “La culpa es de lo tlaxcaltecas” (1987).
En “La culpa es de los tlaxcaltecas”, Laura, la protagonista, se mueve en dos dimensiones del tiempo y el espacio. La lógica se rompe a través del contacto entre el pasado y el presente. Lo que la protagonista le narra en la actualidad a la sirvienta Nacha es la experiencia de la destrucción de Tenochtitlán, vivida en otro tiempo. Laura, una mujer que, después de una supuesta desaparición de un par de días, regresa a su casa y empieza a narrarle a Nacha sus encuentros con un indio al que llama primo-marido, quién la acusa de traidora pero le profesa al mismo tiempo un gran amor y pasión. Aparece la figura de la Malinche. Los espacios en los que se aparece el indio enigmático son verídicos y claves dentro de la historia. Este cuento es de una estructura narrativa compleja, en la que el lector puede perderse fácilmente en el tiempo.

La cuarta casa: Un retrato de Elena Garro

Algunos textos de la autora:
"La culpa es de los tlaxcaltecas".
- Un hogar sólido.






Inés Arredondo

Inés Amelia Camelo Arredondo nació el 20 de marzo de 1928 en Culiacán, Sinaloa. En 1947 ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en México, D.F pero sufrió una crisis espiritual causada por las lecturas de Friedrich Nietzsche y Søren Kierkegaard que la dejó al borde del suicidio, así que en 1948 cambió a la carrera de Letras Hispánicas. Estudió Arte Dramático y Biblioteconomía. Tuvo contacto con los exiliados de la Guerra Civil Española, el existencialismo francés, el surrealismo y la Generación del 27. Convivió con Rosario Castellanos, Jaime Sabines y Carlos Pellicer. Fue parte de la Generación del Medio Siglo Mexicano. Trabajó en la Biblioteca Nacional; en la redacción del Diccionario de Literatura Latinoamericana y del Diccionario de Historia y Biografía Mexicanas. Colaboró en la Revista Mexicana de Literatura y trabajó en la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) en Uruguay. Fue Miembro de la Mesa de Redacción de la Revista Mexicana de Literatura (1965) e Investigadora del Centro de Estudios de Historia de México (1973).
En 1953, se casó con el escritor Tomás Segovia, de quien se separó algunos años más tarde. Su vida fue algo complicada, tanto por las relaciones con su marido, como por problemas de salud. Los últimos años de su vida los pasó en cama y el 2 de noviembre de 1989 murió en su departamento de la Ciudad de México. 
En 1965 publicó su primer tomo de cuentos llamado La Señal. A partir de entonces, el cuento se convirtió en su género favorito. En 1979 publicó su segundo libro, Río subterráneo, con el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia y excelentes críticas. En 1983 se publicó Opus 123, considerado como novela corta y un año más tarde se editó el cuento infantil Historia Verdadera de una Princesa. En 1988 se editó su último tomo de cuentos: Los espejos. En el mismo año se editaron sus Obras completas. Aunque en sus relatos se muestra como una asidua defensora de la mujer, lo que más destaca en su obra es la investigación profunda sobre la dimensión espiritual del ser humano. Todos sus personajes son marginados o víctimas de las pasiones humanas. En sus cuentos se observa una gran influencia del existencialismo. En su cuento En la sombra, por ejemplo, el tema principal es la inclinación natural del ser humano a ser amado o deseado. La protagonista se debate entre su fealdad (por lo tanto el pensamiento de que no es digna de merecer el amor) y el deseo. Hay un juego entre el decoro, lo elevado y lo impúdico. El bajo mundo está representado por los vagabundos. Existen rasgos de erotismo en el cuento y cierta inclinación hacia la muerte, probablemente un rescoldo de la constante depresión que vivió Inés Arredondo.

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Guadalupe Dueñas

Guadalupe Dueñas nació en Guadalajara el 19 de octubre de 1907. Entre sus obras se encuentran Tiene la noche un árbol, Antes del silencio, Imaginaciones y No moriré del todo. Dejó inconclusa la novela La máscara de un ídolo, porque "sentía que era en cierta forma una falta de respeto a Miguel de la Madrid", según lo declarado por el hermano de la autora, Manuel Dueñas.
Desde que dio a conocer su primer volumen de ficción, Las ratas y otros cuentos, en 1954, fue considerada por sus contemporáneos como una gran escritora. El reconocimiento no tardó en llegar: en 1959 obtuvo el Premio José María Vigil por su libro Tiene la noche un árbol, que publicó en el año 1958. Posteriormente publicó Girándula y diversas obras para la televisión como Las momias de Guanajuato y Carlota y Maximiliano.
Su obra literaria ha sido objeto de estudio en centros nacionales y extranjeros, tal es el caso del curso El cuento latinoamericano, impartido en el Evergreen State College de Washington, en cuya bibliografía necesaria, además de clásicos como Teoría y técnica del cuento, de Anderson Imbert, o Cómo se cuenta un cuento, de Gabriel García Márquez, es preciso pasar examen a Lo fantástico y lo real en la narrativa de Juan Rulfo y Guadalupe Dueñas, de Rose Minc.
Fue una colega cercana a Efrén Hernández, en cuya casa se dieron cita Jaime Sabines, Juan Rulfo, Juan José Arreola y Pita Amor, más la propia Guadalupe Dueñas. Su labor dentro de la narrativa ha sido estudiada y difundida en México, entre otros estudiosos, por Ricardo Bernal, quien ha impartido la cátedra sobre narrativa fantástica en la Universidad del Claustro de Sor Juana y el laboratorio de cuento fantástico de la Casa de la Cultura Jaime Sabines.
El Teatro Isauro Martínez (TIM) de Torreón, sitio que se ha convertido en centro cultural, mantiene programas como el Café Literario, que ha incluido el estudio de la prosista, al lado de la obra de escritoras como Elena Poniatowska, Rosario Castellanos, Ángeles Mastretta, Amparo Dávila, Carmen Rosenzweig, Inés Arredondo y Beatriz Espejo. Este trabajo ha estado a cargo del escritor Saúl Rosales, coordinador del área de Literatura en el TIM.
En su ensayo El cuento mexicano contemporáneo señala el estudioso Lauro Zavala a propósito de Dueñas y la inquietud temática de su generación: "A partir de 1970, en parte como consecuencia de la crisis de 1968, los cuentistas muestran una mayor preocupación por los problemas políticos del país y por reflejar el lenguaje popular urbano, sin dejar de lado el humor y la experimentación con el género fantástico; en este periodo sobresalen, entre otros, Guadalupe Dueñas, Amparo Dávila, Elena Poniatowska y Eraclio Zepeda". Sobre su novela inconclusa, La máscara de un ídolo, Manuel Dueñas señaló: "No creo que pueda armar realmente las cosas que dejó. Ella realmente no quiso finiquitar todos los detalles, porque sentía que era en cierta forma una falta de respeto a Miguel de la Madrid, porque, como le tocó observar a López Portillo y a él, realmente la novela era la descomposición del individuo por el poder. Sintió que los iba a ofender y por eso suspendió los trabajos".

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María Luisa Puga

María Luisa Puga (ciudad de México, febrero 3, 1944 – diciembre 25, 2004) vivió la mayor parte de sus 60 años con la sensación de ser fuereña, de habitar sin pertenecer en distintos lugares del mundo. Nunca viajó sola. La acompañaban sus diarios, incontables cuadernos donde vaciaba su escritura para así explicarse el mundo.
Escribió en ellos con intensidad y disciplina, sin pretextos para interrumpir su oficio o posponer el momento de la creación. Su rutina, que mantuvo aún con enfermedades, desvelos o dolor, consistió en levantarse todos los días, sin tregua de días festivos ni fines de semana, a las cuatro de la madrugada (“la hora donde no hay nada que perturbe el acto de escribir”) a llenar algunas cuartillas con sus reflexiones.
Recorrió ciudades europeas, africanas y mexicanas. Al final, se instaló en una cabaña en medio del bosque a orillas del lago michoacano de Zirahuén. Ahí, frente a “Esteban”, el inmenso árbol que se veía desde la ventana de su estudio, compartió sus circunstancias, su forma de entender el silencio, su percepción de la realidad social y de los sentimientos humanos, que quedaron plasmados en el último tercio de su obra literaria.
En abril de 1968 María Luisa Puga dejó la ciudad de México y se trasladó a Europa. Ahí, transitó durante diez años por distintos países; tuvo problemas económicos y de relaciones personales, lo que la empujó hasta la capital de Kenia, Nairobi. Entonces, afirmaba Puga, pudo conocer el subdesarrollo de una forma distinta que en México “porque antes estaba tan inmersa que no lo podía ver”.
En 1983 publicó Cuando rinde el horno, una entrevista-semblanza sobre la cerámica de Hugo X. Velásquez. Por primera vez, Puga sintió que vivía como escritora. Trabajó como correctora de galeras en la editorial siglo XXI e impartió talleres literarios.
En 1987 publicó desde su cabaña La forma del silencio, donde hace un juego de paralelismos entre los personajes (una niña citadina y un par de viejos rurales) los escenarios (Acapulco y el Distrito Federal) y las culturas (la mexicana y la estadounidense). Además, al tiempo que narra la historia, analiza lo que se desarrolla mientras la vida transcurre, lo que surge en el acto justo que propicia la escritura.
En 1996 recibió el Premio Juan Ruiz de Alarcón por el conjunto de su obra publicada y comenzó ese mismo año la impartición del primer taller literario de México vía Internet.
En 1990 publicó, además, una pequeña autobiografía en la colección de De cuerpo entero, donde explicó el inicio de su relación con la escritura: “La literatura se iba convirtiendo en algo de carne y hueso. Una manera de vivir, de ponerse ante las cosas, que en realidad no tenía nada de juego. Era mucho más que un compromiso. Era un poco hacerse a un lado, uno con sus circunstancias, dolores, anhelos, para usar la existencia propia; como ventana, claro”. Sus innumerables cuadernos de apuntes, a los que fue tan devota, quedaron resguardados por su hermana Patricia. Su última petición fue ser incinerada y sus cenizas enterradas al pie de su árbol “Esteban”, frente a la cabaña que guardaba su colección de Diarios, el recuerdo de un velero que naufragó y el amor que le profesó hasta el fin su pareja inseparable, Isaac Levín.

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