Octavio Paz, el Premio Nobel mexicano
Octavio Paz Lozano. (México D.F., 31 de marzo de 1914 - Coyoacán, México, 19 de abril de 1998). Poeta y ensayista mexicano. Premio Nobel de Literatura en 1990.
A los diecisiete años publica sus primeros poemas en la revista Barandal (1931). Posteriormente dirige las revistas Taller (1939) e Hijo pródigo (1943). En un viaje a España contacta con intelectuales de la república española y con Pablo Neruda, contactos que le influencian fuertemente en su poética.
Después de publicar Luna Silvestre (1933) y el poemario dedicado a la guerra civil española ¡No pasarán! (1936), edita Raíz del hombre (1937), Bajo tu clara sombra (1937), Entre la piedra y la flor (1941) y A la orilla del mundo (1942).
En 1944, con una beca Guggenheim, pasa un año en Estados Unidos. En 1945 entra en el Servicio Exterior Mexicano y es enviado a París. Durante este periodo se aleja del marxismo al entrar en contacto con los poetas surrealistas y otros intelectuales europeos e hispanoamericanos.
Llegando a la década de 1950 publica cuatro libros fundamentales: Libertad bajo palabra (1949), El laberinto de la soledad (1950), retrato de la sociedad mexicana, ¿Águila o sol? (1951), libro de prosa de influencia surrealista, y El arco y la lira (1956).
Su obra, extensa y variada, se completa con numerosos poemarios y libros ensayísticos, entre los cuales cabe citar Cuadrivio (1965), Ladera este (1968), Toponemas (1969), Discos visuales (1969), El signo y el garabato (1973), Mono gramático (1974), Pasado en claro (1975), Sombras de obras (1983) y La llama doble (1993).
En 1981 es galardonado con el Premio Cervantes. En 1999 aparecen, póstumamente, Figuras y figuraciones y Memorias y palabras, epistolario entre Octavio Paz y Pere Gimferrer entre los años 1966 y 1997.
100 años de Octavio Paz: el legado inigualable de un poeta muy crítico
Su lenguaje poético y su amplia visión, lo convirtieron en uno de los referentes de la cultura mexicana, según escritores y amigos.
e la poesía reflexiva sobre el amor a los ensayos críticos de la sociedad mexicana, así de amplio es el legado de la obra de Octavio Paz, según sus amigos y críticos, que, a casi 16 años de su muerte aún debaten sus alcances.
Algunos de los textos más relevantes del escritor fueron publicados hace más de 50 años y, con motivo de los 100 años del nacimiento del Premio Nobel de Literatura 1990, CNNMéxico entrevistó a escritores y amigos de Paz para hablar sobre la importancia actual de su obra.
“El legado principal es su poesía. Siempre se consideró un poeta que escribió sobre todo, porque sabía de todo un poco”, considera el crítico literario y académico Hugo Verani.
El también profesor de las universidades de California y Notre Dame puso como ejemplo el poema Piedra de Sol: “no me puedo imaginar el siglo XX en lengua española sin Piedra de Sol. Es la unión de todas las eras en torno a un aspecto que es muy humano: la persistencia del amor”
“Es un poema que no es solo inteligencia. Combina sabiduría, la riqueza de su lenguaje y la imaginativa y el encantamiento que tenía Paz con el mundo”, señala.
Piedra de Sol, un poema de 584 versos, está incluido en el libro Libertad bajo palabra, publicado en 1960.
Para otros conocedores de la obra del autor mexicano, el legado de Paz es la crítica social que realizaba a través de una ideología liberal.
“Octavio Paz se caracteriza por una pasión crítica que permea el resto de su obra (…) Propone una visión crítica, múltiple, moderna, de reflexionar, de oponerse a lo existente desde una postura liberal”, menciona el escritor Sergio González Rodríguez.
“Siguen vigentes muchas de sus propuestas. Podemos verlo porque Octavio Paz no acudió a la invención de una mitología. No se basó de una literatura ficticia. Se basó en fenómenos culturales. Una cultura de mestizaje que arrastra la herencia prehispánica, la herencia colonial y los impulsos modernos de los siglos XIX y XX”.
Otros consideraron que el mayor legado de Paz fue como promotor cultural. Este es el caso del escritor y amigo de Paz, Fernando Savater: “además de ser un creador, fue un gran agitador cultural. Organizó revistas, actos públicos, dio apoyo a jóvenes que estaban comenzando y a muchos nos reveló autores que no conocíamos”.
¿Y qué fue del Laberinto de la Soledad?
En 1950, Octavio Paz publicó el ensayo El Laberinto de la Soledad, un texto en el que hace una crítica sobre la identidad de la sociedad mexicana y que se convertiría en un referente internacional.
Hugo Verani y Sergio González aseguraron que, más de seis décadas después, las propuestas en el estudio de Paz aún siguen vigentes.
“El problema de la identidad sigue siendo clave en México. Hay aspectos en el mexicano en ciertas clases sociales en las cuales es muy vigente a pesar de que el país se ha modernizado enormemente”, dice Verani.
“Hay otros grupos sociales con los que ya no tiene que ver el Laberinto de la soledad, como las grandes ciudades, pero hay otros, como ciudades pequeñas, en la frontera y con los campesinos, en el que sigue siendo vigente”, agrega.
Sergio González menciona que no solo México, sino varias de las comunidades en América Latina buscan tener identidad y Paz fue “un precursor” en revelar este fenómeno en sus estudios culturales.
En el Laberinto de la Soledad y como parte del análisis de identidad de las comunidades latinas, Paz hace referencia a los pachucos, personas nacidas en Estados Unidos y de origen mexicano que vestían y hablaban de una forma peculiar.
“Sesenta años después tenemos reformulaciones de los pachucos, donde las comunidades buscan una subjetividad propia, apropiarse de elementos contemporáneos”, considera González.
La generosidad, el otro legado
Hugo Verani tiene una anécdota para hablar sobre lo que él considera la cualidad más importante de Octavio Paz: el ser generoso.
“A finales de 1970, mientras estaba en su casa, llegó su empleada y le dijo ‘Señor Octavio, hay tres jóvenes que le traen un libro para entregarle’, a lo que él contestó: ‘dígales que estoy ocupado, pero que dejen su libro y pasen en dos semanas para que les dé mi opinión’. Octavio Paz era ya el gran escritor y aún tenía tiempo para darle a tres jóvenes desconocidos la opinión sobre sus escritos”, recuerda Verani.
Este crítico uruguayo, junto con 21 escritores más, hablará sobre la vida del Nobel de Literatura el 31 de marzo en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México. Ese día es la fecha en que Paz cumple 100 años de haber nacido.
“De Octavio Paz nos queda su obra, pero los que lo conocimos recordamos muchas anécdotas de generosidad y paciencia (…) recordamos sus gestos, sonrisas y muestras de afecto”, menciona Savater.
Sergio González dice que las circunstancias del siglo XX fueron las que formaron la ideología y el carácter del escritor mexicano, para el que se tienen preparadas una serie de actividades y publicaciones en homenaje a los 100 años de su nacimiento.
“Nunca habrá un Octavio Paz. Es producto de su tiempo, de una síntesis extraordinaria de talento e inteligencia. Podremos ver cosas mejores o peores. Es el privilegio de la época que él vivió”, añade González.
Piedra de sol en voz de su autor
Homenaje al Centenario del natalicio de Octavio Paz en el Instituto Cervantes, Juan Villoro
Revisa el discurso que Paz leyó al recibir el Premio Nobel
en el siguiente enlace:
La búsqueda del presente
Enlaces externos
Antología de poemas
Efraín Huerta “El gran cocodrilo”
(1914-1982)
La mejor manera de
recordar a Efraín Huerta es "como un hombre que vivió intensa y
profundamente este país, que trató de entender a sus semejantes, los amó y se
peleó con ellos continuamente y nos dejó una larga multitud de palabras que
están en su obra poética", afirmó David Huerta, hijo del poeta.
Por Claudia Isela Martínez
Secretaría de
cultura de la ciudad de México
Poeta, periodista, crítico de
cine y de teatro, pero ante todo, gran amante de la ciudad fue Efraín Huerta
"El Gran Cocodrilo" —como le decían sus amigos—, autor mexicano que
en este año cumpliría 100 años y cuya conmemoración es una oportunidad para
recordar su legado, como el mejor de los homenajes.
Nacido en Silao, Guanajuato, el 18
de junio de 1914, y fallecido en la Ciudad de México, el 3 de febrero de 1982,
Efraín Huerta estudió leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM).
Desde
1936 ejerció el periodismo profesional y colaboró en periódicos y revistas
como: Así, Comunidad, Diario de México, Diario del Sureste, El Corno
Emplumado, El Día, El Fígaro, El Heraldo de México, El Mundo Cinematográfico,
El Nacional, El Popular, Esto, La Capital, Metáfora, Nivel, Novedades, Pájaro
Cascabel, Revista de Bellas Artes y Revista Universidad de México.
Junto
a Octavio Paz, Rafael Solana y Neftalí Beltrán fundó la revista literaria Taller,
cuyo título los haría ser recordados como la "generación de Taller
(1938-1941).
"Dentro
del grupo, Efraín Huerta se distinguió por su sana conciencia lírica, por su
apasionado interés por la redención del hombre y el destino de las naciones que
buscan en su organización nuevas normas de vida y de justicia", escribió
su hija, Raquel Huerta-Nava.
Su
obra poética más representativa está incluida en Absoluto amor (1935), Los
hombres del alba (1944), La rosa primitiva (1950), El
Tajín (1963), Poemas prohibidos y de amor (1973), Circuito
interior (1977) y Estampida de poemínimos (1980).
En
sus versos, Efraín Huerta aborda el tema del amor, la injusticia social, lo
mejor y lo peor de la Ciudad de México y hasta el humor, cuya representación
más clara estuvo presente en sus "poemínimos", caracterizados por su
breve extensión.
En
este sentido, el Secretario de Cultura de la Ciudad de México, Eduardo Vázquez
Martín, manifestó que Efraín Huerta es un poeta de registros muy amplios,
porque lo mismo va de una poesía del desaliento, a la de la patria, que a la
festividad. Al tiempo que aseveró que su poesía era una irrupción de alegría,
de gracia, de humor inteligente, ácido, en medio de la solemnidad de la poesía
mexicana de su época.
La
relevancia de su obra le llevó a Efraín Huerta a recibir numerosos premios
literarios. En 1945, el gobierno de Francia le otorgó lasPalmas Académicas;
en 1975 recibió el Premio Xavier Villaurrutia; en 1976 recibió
el Premio Nacional de Poesía; en 1978 el Premio Nacional de
Periodismo; la Medalla de la Universidad Autónoma de Chiapas 1978; Quetzalcóatl
de Plata 1977 del entonces Departamento del Distrito Federal (DDF).
"La
poesía de Efraín Huerta trascendió las fronteras mexicanas y dejó su impronta
en gran medida por sus poemínimos, por esa forma epigramática rebosante de
humor y de ingenio que tanta falta le hacía a la lírica mexicana,
inevitablemente solemne y dramática, desgarrada. Pero además de ese formato
contenido en la brevedad y la rapidez, Huerta dejó una fuerte influencia en los
poetas jóvenes de su época porque rompía con el acartonamiento formal y
expresivo. Sin duda también porque fue un poeta urbano, y quizás menos por su
militancia y su compromiso político que se dejan sentir en muchos de sus
versos", apuntó el poeta José Ángel Leyva.
El también
ensayista, editor y promotor cultural consideró que las mayores aportaciones de
Huerta a la poesía mexicana son dos: la brevedad y el humor.
"La
inteligencia al servicio de la gracia. También hay que agregar que el amor es
también la revelación del cuerpo en una época en que el cuerpo parece esconder
la mano tras la piedra del deseo y de la concupiscencia, la lujuria, pues.
Huerta aborda el tema sin tapujos y sin miedos".
Para Eduardo
Vázquez Martín, "Efraín fue una irrupción en la poesía mexicana, sin dejar
de tener esa solemnidad y ese canto, también profundo, que compartía con los
poetas de su generación. También le dio alegría, le dio gracia y nos hizo reír
con la poesía".
El poeta de la
ciudad
Debido
a que en numerosos versos de su obra, Efraín Huerta escribió sobre la Ciudad de
México, fue conocido como "el poeta de la ciudad".
Efraín Huerta fue
el gran amante de la capital del país y por ello es considerado el poeta de la
Ciudad. "Sin el gran amante de esta urbe, quizá la Ciudad de México se
sentiría despechada y no amada", expresó el Secretario de Cultura de la
Ciudad de México, Eduardo Vázquez Martín.
"Huerta
es el gran amante de la Ciudad, aunque su amor no es sencillo sino conflictivo,
real, porque no es el amante que sólo cuenta los rasgos de la belleza de lo que
ama, sino un amante que confronta, que quiere y que odia", señaló Eduardo
Vázquez Martín durante su participación en la mesa redonda Efraín
Huerta a 100 años de su natalicio y la repercusión de su obra poética en el
Faro de Tláhuac, el pasado 15 de febrero.
El
Secretario de Cultura capitalino consideró que esa característica lo hace un
poeta sin el cual es difícil entender nuestra Ciudad, ya que todos sus
habitantes comparten esa relación de amor y odio hacia ésta.
Para
el poeta José Ángel Leyva, su atención por la ciudad se puede apreciar en
poemas como Declaración de odio, Declaración de amor,
o Buenos días a Diana Cazadora.
"En
estas obras existe una relación profunda entre el poeta, el transeúnte de la
Ciudad de México y los sentimientos contradictorios que le genera. Una urbe en
expansión, un monstruo generoso que ya muestra sus tentáculos y sus virtuosos
cantos. Nos muestra una ciudad que no se puede amar sin más, sin odio, sin
resentimiento, pero amarla al fin y al cabo hasta las últimas consecuencias.
"Esto
aplica para todos los habitantes, los nacidos o no nacidos aquí. En ese sentido
hay un encuentro emocional y hasta estético con José Emilio Pacheco. Efraín
Huerta, con ese puñado de poemas se gana un lugar privilegiado en la poesía en
la que esta ciudad es la destinataria de los versos o es la protagonista del
canto", aseveró Leyva.
La
muchacha ebria
Este lánguido caer
en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea
de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse
árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie
dormido, navaja verde o negra;
este instante
durísimo en que una muchacha grita,
gesticula y sueña
por una virtud que nunca fue la suya.
Todo esto no es
sino la noche,
sino la noche
grávida de sangre y leche,
de niños que se
asfixian,
de mujeres
carbonizadas
y varones morenos
de soledad
y misterioso,
sofocante desgaste.
Sino la noche de
la muchacha ebria
cuyos gritos de
rabia y melancolía
me hirieron como
el llanto purísimo,
como las náuseas y
el rencor,
como el abandono y
la voz de las mendigas.
Lo triste es este
llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres
gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas,
llanto y sudor
molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba
y feas manos de
miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio,
lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que
se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que
una noche —y era una santa noche—
me entregara su
corazón derretido,
sus manos de agua
caliente, césped, seda,
sus pensamientos
tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes
arrebatos de ternura,
su boca que sabía
a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave
como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y
piernas con tatuajes,
y su naciente
tuberculosis,
y su dormido sexo
de orquídea martirizada.
Ah la muchacha
ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad
en la punta de los dedos,
la muchacha de la
confiada, inefable ternura para un hombre,
como yo, escapado
apenas de la violencia amorosa.
Este tierno
recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,
una fecha
sangrienta y abatida.
¡Por la muchacha
ebria, amigos míos!
Los hombres del alba, 1944
Vicente Quirarte habla sobre Efraín Huerta
La otra aventura, programa
dedicado a Efraín Huerta
Enlaces externos
Obra poética del autor
Antología editada por la UNAM
La búsqueda del presente
Efraín Huerta “El gran cocodrilo”
(1914-1982)
La mejor manera de
recordar a Efraín Huerta es "como un hombre que vivió intensa y
profundamente este país, que trató de entender a sus semejantes, los amó y se
peleó con ellos continuamente y nos dejó una larga multitud de palabras que
están en su obra poética", afirmó David Huerta, hijo del poeta.
Por Claudia Isela Martínez
Secretaría de
cultura de la ciudad de México
Poeta, periodista, crítico de cine y de teatro, pero ante todo, gran amante de la ciudad fue Efraín Huerta "El Gran Cocodrilo" —como le decían sus amigos—, autor mexicano que en este año cumpliría 100 años y cuya conmemoración es una oportunidad para recordar su legado, como el mejor de los homenajes.
Nacido en Silao, Guanajuato, el 18
de junio de 1914, y fallecido en la Ciudad de México, el 3 de febrero de 1982,
Efraín Huerta estudió leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM).
Desde
1936 ejerció el periodismo profesional y colaboró en periódicos y revistas
como: Así, Comunidad, Diario de México, Diario del Sureste, El Corno
Emplumado, El Día, El Fígaro, El Heraldo de México, El Mundo Cinematográfico,
El Nacional, El Popular, Esto, La Capital, Metáfora, Nivel, Novedades, Pájaro
Cascabel, Revista de Bellas Artes y Revista Universidad de México.
Junto
a Octavio Paz, Rafael Solana y Neftalí Beltrán fundó la revista literaria Taller,
cuyo título los haría ser recordados como la "generación de Taller
(1938-1941).
"Dentro
del grupo, Efraín Huerta se distinguió por su sana conciencia lírica, por su
apasionado interés por la redención del hombre y el destino de las naciones que
buscan en su organización nuevas normas de vida y de justicia", escribió
su hija, Raquel Huerta-Nava.
Su
obra poética más representativa está incluida en Absoluto amor (1935), Los
hombres del alba (1944), La rosa primitiva (1950), El
Tajín (1963), Poemas prohibidos y de amor (1973), Circuito
interior (1977) y Estampida de poemínimos (1980).
En
sus versos, Efraín Huerta aborda el tema del amor, la injusticia social, lo
mejor y lo peor de la Ciudad de México y hasta el humor, cuya representación
más clara estuvo presente en sus "poemínimos", caracterizados por su
breve extensión.
En
este sentido, el Secretario de Cultura de la Ciudad de México, Eduardo Vázquez
Martín, manifestó que Efraín Huerta es un poeta de registros muy amplios,
porque lo mismo va de una poesía del desaliento, a la de la patria, que a la
festividad. Al tiempo que aseveró que su poesía era una irrupción de alegría,
de gracia, de humor inteligente, ácido, en medio de la solemnidad de la poesía
mexicana de su época.
La
relevancia de su obra le llevó a Efraín Huerta a recibir numerosos premios
literarios. En 1945, el gobierno de Francia le otorgó lasPalmas Académicas;
en 1975 recibió el Premio Xavier Villaurrutia; en 1976 recibió
el Premio Nacional de Poesía; en 1978 el Premio Nacional de
Periodismo; la Medalla de la Universidad Autónoma de Chiapas 1978; Quetzalcóatl
de Plata 1977 del entonces Departamento del Distrito Federal (DDF).
"La
poesía de Efraín Huerta trascendió las fronteras mexicanas y dejó su impronta
en gran medida por sus poemínimos, por esa forma epigramática rebosante de
humor y de ingenio que tanta falta le hacía a la lírica mexicana,
inevitablemente solemne y dramática, desgarrada. Pero además de ese formato
contenido en la brevedad y la rapidez, Huerta dejó una fuerte influencia en los
poetas jóvenes de su época porque rompía con el acartonamiento formal y
expresivo. Sin duda también porque fue un poeta urbano, y quizás menos por su
militancia y su compromiso político que se dejan sentir en muchos de sus
versos", apuntó el poeta José Ángel Leyva.
El también
ensayista, editor y promotor cultural consideró que las mayores aportaciones de
Huerta a la poesía mexicana son dos: la brevedad y el humor.
"La
inteligencia al servicio de la gracia. También hay que agregar que el amor es
también la revelación del cuerpo en una época en que el cuerpo parece esconder
la mano tras la piedra del deseo y de la concupiscencia, la lujuria, pues.
Huerta aborda el tema sin tapujos y sin miedos".
Para Eduardo
Vázquez Martín, "Efraín fue una irrupción en la poesía mexicana, sin dejar
de tener esa solemnidad y ese canto, también profundo, que compartía con los
poetas de su generación. También le dio alegría, le dio gracia y nos hizo reír
con la poesía".
El poeta de la
ciudad
Debido
a que en numerosos versos de su obra, Efraín Huerta escribió sobre la Ciudad de
México, fue conocido como "el poeta de la ciudad".
Efraín Huerta fue
el gran amante de la capital del país y por ello es considerado el poeta de la
Ciudad. "Sin el gran amante de esta urbe, quizá la Ciudad de México se
sentiría despechada y no amada", expresó el Secretario de Cultura de la
Ciudad de México, Eduardo Vázquez Martín.
"Huerta
es el gran amante de la Ciudad, aunque su amor no es sencillo sino conflictivo,
real, porque no es el amante que sólo cuenta los rasgos de la belleza de lo que
ama, sino un amante que confronta, que quiere y que odia", señaló Eduardo
Vázquez Martín durante su participación en la mesa redonda Efraín
Huerta a 100 años de su natalicio y la repercusión de su obra poética en el
Faro de Tláhuac, el pasado 15 de febrero.
El
Secretario de Cultura capitalino consideró que esa característica lo hace un
poeta sin el cual es difícil entender nuestra Ciudad, ya que todos sus
habitantes comparten esa relación de amor y odio hacia ésta.
Para
el poeta José Ángel Leyva, su atención por la ciudad se puede apreciar en
poemas como Declaración de odio, Declaración de amor,
o Buenos días a Diana Cazadora.
"En
estas obras existe una relación profunda entre el poeta, el transeúnte de la
Ciudad de México y los sentimientos contradictorios que le genera. Una urbe en
expansión, un monstruo generoso que ya muestra sus tentáculos y sus virtuosos
cantos. Nos muestra una ciudad que no se puede amar sin más, sin odio, sin
resentimiento, pero amarla al fin y al cabo hasta las últimas consecuencias.
"Esto
aplica para todos los habitantes, los nacidos o no nacidos aquí. En ese sentido
hay un encuentro emocional y hasta estético con José Emilio Pacheco. Efraín
Huerta, con ese puñado de poemas se gana un lugar privilegiado en la poesía en
la que esta ciudad es la destinataria de los versos o es la protagonista del
canto", aseveró Leyva.
La
muchacha ebria
Este lánguido caer
en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea
de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse
árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie
dormido, navaja verde o negra;
este instante
durísimo en que una muchacha grita,
gesticula y sueña
por una virtud que nunca fue la suya.
Todo esto no es
sino la noche,
sino la noche
grávida de sangre y leche,
de niños que se
asfixian,
de mujeres
carbonizadas
y varones morenos
de soledad
y misterioso,
sofocante desgaste.
Sino la noche de
la muchacha ebria
cuyos gritos de
rabia y melancolía
me hirieron como
el llanto purísimo,
como las náuseas y
el rencor,
como el abandono y
la voz de las mendigas.
Lo triste es este
llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres
gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas,
llanto y sudor
molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba
y feas manos de
miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio,
lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que
se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que
una noche —y era una santa noche—
me entregara su
corazón derretido,
sus manos de agua
caliente, césped, seda,
sus pensamientos
tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes
arrebatos de ternura,
su boca que sabía
a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave
como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y
piernas con tatuajes,
y su naciente
tuberculosis,
y su dormido sexo
de orquídea martirizada.
Ah la muchacha
ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad
en la punta de los dedos,
la muchacha de la
confiada, inefable ternura para un hombre,
como yo, escapado
apenas de la violencia amorosa.
Este tierno
recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,
una fecha
sangrienta y abatida.
¡Por la muchacha
ebria, amigos míos!
Los hombres del alba, 1944
Vicente Quirarte habla sobre Efraín Huerta
La otra aventura, programa
dedicado a Efraín Huerta
Obra poética del autor
Antología editada por la UNAM