El ateneo de la juventud surgió como respuesta de una generación de jóvenes intelectuales en el ocaso del porfiriato que adelantaron una serie de críticas al determinismo y mecanicismo que alentó el modelo de desarrollo usado por Porfirio Díaz y el grupo conocido como los científicos. Los ateneístas, mediante una serie de conferencias y diferentes esfuerzos culturales, activaron una nueva conciencia reflexiva en torno a la educación. Las conferencias fueron patrocinadas por el secretario de Instrucción Pública Justo Sierra y el subsecretario de Bellas Artes Ezequiel A. Chávez. Formaban parte diversos escritores, músicos, pintores, arquitectos, ingenieros, abogados, médicos y estudiantes, entre los cuales destacan: Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Julio Torri, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, entre otros.
En esta ocasión sólo hablaremos de dos de ellos, Alfonso Reyes y José Vasconcelos:
Alfonso Reyes (Monterrey, 1889 - Ciudad de México, 1959)
Alfonso Reyes ejerció un notable magisterio en la cultura de su tiempo, promovió la fundación de sólidas instituciones dedicadas a la difusión del conocimiento y marcó la obra de casi todos los escritores mexicanos posteriores a él, tales como Octavio Paz y Carlos Fuentes.
Siendo aún muy joven concluyó la carrera de leyes y partió a Europa, afectado por el asesinato de su padre durante la etapa de la Revolución mexicana que marcó el fin del gobierno democrático encabezado por Francisco I. Madero. Como miembro del servicio exterior mexicano se afincó en París en 1914, y allí publicó su volumen Cuestiones estéticas. Estudiar los fundamentos de la creación poética y literaria fue una preocupación recurrente de su obra a lo largo de medio siglo.
En España compartió trabajos y experiencias con Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset y Ramón Gómez de la Serna. En esa etapa perfeccionó su manejo de la lengua española, uno de los rasgos que caracterizaron su estilo: riqueza de vocablos y giros expresivos, construcciones gramaticales poco frecuentes, uso de arcaísmos y matices delicados del significado.
Para 1927 ya era embajador en Argentina, donde impulsó la obra del por entonces joven Jorge Luis Borges, quien puso a su consideración el manuscrito de El Aleph y le profesó agradecida admiración el resto de su vida. Tras una estancia en Brasil, donde escribió el volumen Romances del río de enero (1933) se afincó definitivamente en México en una casa-biblioteca, hoy museo dedicado a él.
Autor de una obra poética celebrada por sus contemporáneos y las generaciones posteriores, y de una obra de ficción escasa pero interesante, obtuvo no obstante sus mayores logros en el campo del ensayo, donde abordó los más variados temas: la teoría literaria, la historia de Grecia, la novela policíaca y las raíces históricas de México. Su escritura mantiene un tono siempre atractivo, aleccionador y consistente, con momentos de brillo excepcional.
Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio Nacional, fue fundador del Instituto Francés de América Latina y de El Colegio de México, uno de los centros académicos de alto nivel más prestigiosos del país. Fue candidato al Premio Nobel en cuatro ocasiones pero nunca llegó a recibirlo; sin embargo, su constante entrega a la cultura, sus aportaciones a la literatura mexicana y la calidad de su obra le valieron numerosos premios y reconocimientos públicos. Pocas fueron, en definitiva, las actividades culturales mexicanas que no se vieron influidas, dirigidas u orientadas por su gran maestría y su incansable labor.
Apuntes del instante
José Vasconcelos (Oaxaca, 1882 - Ciudad de México, 1959)
José Vasconcelos fue partidario de la Revolución Mexicana desde sus inicios, ya que participó en el movimiento maderista como uno de los cuatro secretarios del Centro Antirreeleccionista de México. Fue fundador del Partido Constitucionalista Progresista. En 1915 se exilió en Estados Unidos.
Tuvo varios cargos políticos, uno de ellos fue el de la Secretaría de Educación Pública al crearse esta dependencia. Desde este puesto impuso la educación popular, trajo a México educadores y artistas destacados, creó numerosas bibliotecas populares y los departamentos de Bellas Artes, Escolar y de Bibliotecas y Archivos; reorganizó la Biblioteca Nacional, dirigió un programa de publicación masiva de autores clásicos, promovió la escuela y las misiones rurales. Durante su gestión se encargaron murales para decorar distintos edificios públicos a los pintores José Clemente Orozco y Diego Rivera.
Después de la firma de los Tratados de Bucareli condenó el asesinato del senador Field Jurado y renunció a su puesto en la SEP. Fue candidato al gobierno de Oaxaca pero fue derrotado y optó por el exilio. En París y Madrid publicó la primera época de la revista La Antorcha (1924-25). A su regreso a México fue candidato a la Presidencia de la República por el Partido Nacional Antirreeleccionista.
Su abundante obra literaria ha sido clasificada en cinco apartados fundamentales.
En el ámbito filosófico, pueden mencionarse libros como Pitágoras, una teoría del ritmo (1916), El monismo estético (1918) o Lógica Orgánica (1945).
En segundo lugar, en las obras de sociología y pedagogía, como La raza cósmica (1925) y Bolivarismo y Monroísmo (1934), pone de relieve una concepción antropológica e histórica que postula la formación en Latinoamérica de una raza futura, que acabará imponiendo la forma superior de vida nacida e influida por su temperamento estético, contraponiéndola a la de la América anglosajona.
Un tercer y fructífero campo es el del ensayo y su dilatada labor como periodista: Gabino Barreda y las ideas contemporáneas (1910) o Prometeo vencedor (1920). En este apartado puede incluirse una abundantísima obra periodística, que abarca e incide en todas las vertientes de la actualidad y la cultura.
Otra faceta destacada de su actividad intelectual tuvo como escenario los trabajos históricos, como su Breve historia de México (1937) o Hernán Cortés, creador de la nacionalidad (1941).
Dentro de su obra de ficción se encuentran: Ulises criollo (1935), prosigue con La tormenta (1936), avanza con El desastre (1938) y culmina con El proconsulado (1939) y La flama, que apareció póstumamente (1959).
Dentro de su obra de ficción se encuentran: Ulises criollo (1935), prosigue con La tormenta (1936), avanza con El desastre (1938) y culmina con El proconsulado (1939) y La flama, que apareció póstumamente (1959).
La pasión de José Vasconcelos
Algunas de sus obras:
Algunos estudios sobre el autor y su obra: