viernes, 27 de noviembre de 2015

Ramón López Velarde y el espíritu nacional


Ramón López Velarde (Jerez, 1888 - México, 1921)


Poco puede decirse de la corta vida de López Velarde: cursó sus primeros estudios en los seminarios de Zacatecas y Aguascalientes y se matriculó, luego, en la Universidad de San Luis de Potosí para estudiar la carrera de leyes. Murió, prematuramente, a los treinta y tres años, en la Ciudad de México, en 1921.

Tentado por la política, como tantos otros literatos mexicanos, en 1911 se presentó a las elecciones como candidato a diputado suplente por su ciudad natal, integrado en las listas del Partido Católico. En 1914 viajó a Ciudad de México, donde se instaló trabajando primero en su profesión de abogado y, luego, en las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores; fue también profesor de literatura.
En La sangre devota (1916), su primer libro de poesías, pueden descubrirse ya los temas recurrentes en toda su obra: el amor, el dolor y la preocupación por los destinos patrios. Con su obra reaparece en la lírica mexicana un acento casi olvidado, una voz, la de la provincia, que había callado ya. En 1919, apareció Zozobra, su segunda obra poética, en la que aborda dramática y sinceramente los problemas del erotismo, la religión y la muerte. En 1921, al celebrarse el primer centenario de la Independencia, escribió La suave patria, en cuyos versos épicos y líricos exalta los sentimientos nacionalistas.
En su obra se percibe un limpio catolicismo que tiene como contrapeso la pasión amorosa. En su poesía se señaló y exaltó un acento peculiar que refleja el alma nacional mexicana. Algunos, como Pedro Henríquez Ureña, llaman a esta cualidad mexicana "el sentimiento discreto"; y Díez-Canedo añade otros calificativos: "el tono velado, el color crepuscular". Sin embargo, López Velarde no es tanto nacional como provincial; no pretende tal vez expresar tanto el alma entera de México sino ciertos aspectos de su fondo salvaje, y al mismo tiempo dulce, propios de su vida cotidiana.
Desde el punto de vista técnico hay en López Velarde no tanto novedad de adjetivación como un giro imprevisto de la frase, y el descubrimiento de raras disonancias, de colores rudos y, con todo, armoniosos. Ocasionalmente se advierten en su obra elementos postrománticos o modernistas, aunque fue uno de los primeros autores de su tiempo que se rebelaron contra el tono afectado y el esteticismo de este último movimiento. En opinión de la crítica, sus excesos fueron resultado de la permanente búsqueda de una voz propia y original; su verdadera importancia reside en el sabio tratamiento del paisaje, el planteamiento del contraste radical que existe entre el campo y la ciudad, y la lucha entre los anhelos estéticos y religiosos, por un lado, y la sensualidad pagana por otro. Tales elementos consiguen para su obra una tensión que le dan un lugar único en las letras mexicanas.


El relámpago verde de la patria

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